miércoles, 25 de junio de 2008

Palabras...

¿Alguna vez te ha pasado que sientes que tienes mucho de qué hablar con alguna persona? Sientes que tienes muchas cosas que decirle, demasiadas, incluso puedes llegar a sentir el peso de las palabras no dichas en tu corazón. Y es tanto lo que tienes que decir que no puedes aguantar mas, la necesidad es tanta que no sabes cómo hacer para apresurar las circunstancias y puedas encontrarte con dicha persona para desahogar tu alma, liberar a tu corazón de toda esa carga.

Pasas horas ensayando la forma en cómo le dirás todas esas cosas: con expresión seria, con cierta ironía, con una sonrisa, con lágrimas en los ojos, etc. Buscas las palabras que te parezcan mejores para expresar tus sentimientos, a veces buscando la manera de que, si vas a decir algo malo, sea lo menos doloroso posible, si es algo feliz, que cause el impacto que deseas.

Por motivos ajenos a ti, pasan los días y no has podido encontrarte con la persona, pero los acontecimientos han seguido su curso normal, ha seguido pasando el tiempo y las palabras no han sido dichas aún. Llega el momento en que te estas ahogando por no poder desahogarlas, te sientes frustrado, triste, deprimido, angustiado… pero sigues sin poder hablar.

Las palabras que no son dichas son como piedras tiradas hacia la luna, nunca llegaran a su destino y todo el esfuerzo que haces por arrojarlas es en vano, sin ninguna importancia.

Pasan los días, y las palabras se van congelando en tu corazón, convirtiéndose en una tristeza crónica, en esas sustancias que se adhieren a tus venas y las endurecen provocándote enfermedades físicas. Y si no hablas, si no sacas esas palabras de tu boca, con tu voz y en oídos de la persona indicada, en tu tiempo correcto, entonces, cuando llegue el momento en que puedas hablar… quizás ya no habrá nada que decir.

Yo soy una persona a quien le gusta hablar, me gusta saber, odio estar en lo desconocido no estar al tanto de lo que esta pasando que pueda afectarme, eso a veces (la mayor parte de las veces) me ha provocado muchos conflictos con mi pareja y con muchas personas más. Yo que tiendo a querer hablarlo todo y hay quienes no quieren decir nadaaaaaa.

¿Qué hacer en estos casos?

La vida me ha enseñado que cuando alguien no quiere hablar, no tiene caso que le insistas y si tampoco quiere escuchar tampoco debes perder tu tiempo. Pero, como en casi todo, también aquí hay excepciones. Si la persona a quien quieres decirle algo significa mucho para ti entonces debes valorar e insistir hasta que seas escuchado. Sólo recuerda que el tiempo no se detiene y que debes buscar la oportunidad de hacerte escuchar antes de que las palabras se pierdan dentro de ti y desaparezcan tal vez para siempre.


Cheryl

domingo, 22 de junio de 2008

Oh Sorpresa!!

La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida... tan tán.

¿Qué sería de nuestras vidas si no existiera el factor sorpresa? Y si por alguna enfermedad o maldición gitana perdiésemos nuestra capacidad de sorprendernos, o ya conociéramos de antemano el destino y las paradas de nuestro tren de vida. ¿Qué sería de nosotros sin las sorpresas?.

Supongo que todos hemos recibido alguna vez una sorpresa. El juguete que deseábamos, la llegada a casa de un ser querido, de un bebé, el regalo que no esperábamos, las flores en un cumpleaños, una canción de amor, el viaje que anhelabas, encontrarte dinero en la bolsa de un pantalón que hace mucho no usabas, toparte en la calle con alguien que tenías años sin ver, recibir una herencia, darte cuenta de que tienes un enamorado (a) secreto (a), recibir una llamada de alguien especial, etc.

¡Que felicidad nos embarga! Cuando las cosas nos salen bien, de acuerdo “al plan maestro diseñado con meticulosidad” (como dice mi amigo JC). Tenemos un buen empleo, un hogar, una pareja, buenos amigos, un auto… sentimos que la vida es hermosa, hasta puede ser que cuando miramos al cielo aparezcan algunas pinceladas de color rosa. Todo parece perfecto!!

Que buenas son las sorpresas ¿Verdad? Pero cuando se trata de sorpresas negativas ¿Qué hacemos? ¿Cómo lo manejamos?

Sales de tu casa corriendo porque llegarás tarde a tu primer día de trabajo y descubres que tu coche tiene ponchada una llanta o peor aún que tu coche no está, no te dan el empleo que tanto quieres, la chica o el chavo que quieres se va a casar con otra persona, vas caminando por la calle y te caes en una alcantarilla, alguien cercano a ti fallece, te roban la cartera o pierdes tu dinero en una mala inversión, etc.

Esas sorpresas no suenan tan lindas. Pero al fin y al cabo son sorpresas. Y pensándolo bien ¿Cómo reconoceríamos algo bueno, si no hemos conocido lo malo? ¿Cómo encontraras al príncipe o princesa azul si no has besado ningún sapo? ¿Cómo sabes que tienes un buen empleo si no has tenido uno pésimo? Y así la lista es interminable.

El punto es, que sean buenas o malas, positivas o negativas, las sorpresas son parte esencial de la vida, y demos gracias por esto, ellas no se toman días de descanso, ni vacaciones, siempre están ahí… ocurriendo. Porque la vida no sería vida si no estuviera llena de sorpresas.

Nos leemos pronto.

Cheryl

sábado, 21 de junio de 2008

Las pérdidas

Hace unos meses una de mis mejores amigas quedó devastada con la muerte de su esposo, en un accidente automovilístico. Cuando la noticia llegó a mi, me quedé en shock, mirando hacia la nada, con el corazón apretado por la desagradable sorpresa. No podía creer que Oscar hubiera muerto. Que había dejado de existir dejando sola a Delia, el amor de su vida.

En la vida nos enfrentamos a muchas pérdidas y no sólo hablo de la muerte, perdemos también partes de nosotros mismos cuando nos abandonan, cuando cambiamos, cuando seguimos adelante, cuando renunciamos a nuestros sueños, a nuestras esperanzas, a nuestras ilusiones, cuando dejamos de creer en las personas, etc. Todas dolorosas, unas mas, otras menos, pero no podemos evitar el dolor.

Cuando sufres una pérdida, no falta quien te diga “ya no llores”, “debes ser fuerte”, “todo pasará pronto”, "no vale la pena". Yo creo que las cosas no funcionan así. Para superar la pérdida ya sea por muerte o por ausencia debemos llorar, el llanto es sano, nos desintoxica el alma. Perder a quien amamos es algo que nos marca, que nos llena de dolor, y tratar de olvidar ese dolor, ocultándolo, poniéndolo en un rincón no acabara con él.

Como escribió William Shakespeare: “el pesar oculto, como un horno cerrado, quema el corazón hasta reducirlo a cenizas”

¿Cómo podía yo pedirle a mi amiga que no llorara? ¿Cómo podría decirle que fuera fuerte? Si tan sólo de verla a los ojos podía saber el dolor tan grande por el que estaba atravesando. Escuchar sus lamentos, secar sus lágrimas y tomar su mano fue lo único que me di permiso de hacer, me ahorré mis torpes comentarios y la abracé lo más fuerte que pude como si tratara de exprimir todo el sufrimiento que seguramente llenaba su corazón.

¿Será que en la vida realmente nada dura para siempre? ¿Y que hasta el amor, al igual que todo lo demás, se olvida después de un tiempo?

Dicen que el tiempo lo cura todo. Cuando eres joven piensas que tienes por delante una vida larga y llena de salud, que sólo tienes que buscar. Buscar las oportunidades, la pareja ideal, el coche que siempre quisiste, la casa de tus sueños. Y después de eso sólo resta ser feliz. Vives tu vida sin pensar que como dice el dicho “no la tienes comprada”.

Pero ¿Que pasa cuando creemos tener la vida resuelta y de pronto nos es arrebatado algo que la hacía parecer perfecta?

Debemos seguir el curso de nuestros sentimientos, tomarnos el tiempo para sufrir y llorar cuanto necesitemos, desahogar la tristeza que nos embarga y entonces, después de haber sanado, empezar de nuevo, con toda la fuerza que nos da el saber que la felicidad sí existe, que somos seres capaces de amar, que posiblemente tropezaremos y caeremos en los intentos por hacer de nuestras vidas lo que deseamos, pero que somos lo suficientemente fuertes para volver a levantarnos y buscar un nuevo comienzo.


Cheryl

viernes, 20 de junio de 2008

La cita perfecta!

En muchas ocasiones he escuchado hablar de “La cita perfecta” en películas, telenovelas, series de televisión, en la escuela y en el trabajo ¡prácticamente en todas partes! No quiero parecer paranoica pero esto me hizo pensar que tal vez debería empaparme un poco más sobre el tema.

Me puse la tarea de investigar lo que implica “La cita perfecta”. Me dí cuenta de que la mayoría de las mujeres soñamos con ese evento. Pero como cada cabeza es un mundo, sobre todo tratándose de mujeres, caí en cuenta de que la mencionada cita no es algo que esté ya escrito y que se pueda consultar en la biblioteca o por internet. Cada una de las mujeres con quienes hablé y que me concedieron un poquito de su tiempo para conversar sobre el tema me dio una versión diferente y muy personal de lo que para ellas es “La cita perfecta”.

Entre las cosas que fueron mencionadas con cierta frecuencia por las entrevistadas surgieron las siguientes: cena romántica, caminata por la playa, baile con música suave, café bohemio, cine, bar y chelas, etc. Pero sobre todo muchas risas y sentirse cómoda. A nadie le gustan las citas silenciosas al parecer. La mayoría de las mujeres, independientemente de si tenemos pareja o no sentimos que merecemos, al menos una vez en la vida, vivir la experiencia de una gran cita. Soñamos con todos y cada uno de los detalles, en nuestra mente todo está minuciosamente idealizado (es en serio, podemos hacerlo).

Para cada quien la perfección de la cita depende de su personalidad, si te gustan las emociones fuertes tal vez quieras ir en tu cita a tirarte del bungie jump o lanzarte en paracaídas; si eres clásica quizás te imagines una cena romántica a la luz de las velas con música de fondo; si te gustan los deportes tal vez tu sueño sea ir a ver un partido de tu equipo favorito; si te gustan los libros tal vez prefieras ir a una exposición, etc.

Hombres dejen de sufrir, complacer a un mujer no es tan difícil como ustedes piensan. Después de haber escuchado lo que cada una de mis amigas opina sobre su “cita perfecta” llegué a la conclusión de que solo existe un requisito indispensable para que una cita normal se convierta en “la cita perfecta”: AMOR.

Tómense el tiempo de observar cada quien a su pareja, conózcanse, mírense a los ojos, pregúntense cosas que deseen saber del otro, conéctense con su yo romántico. Sólo tienen que dejarse guiar por lo que ustedes mismos ya saben sobre la persona a quien aman, eso que seguramente les atrajo desde el principio y les garantizo que serán capaces de obsequiarle a su pareja una muy personal “cita perfecta”.

Cheryl







Un cuento

En cierta parte del mundo vivía un pollito, era muy lindo de color amarillo con ojos vivarachos y ganas de conocer el mundo. Quería saber más cosas de las que sabían sus padres, quería salir del gallinero y explorar, encontrar tesoros, ser un héroe y colmar de dicha y orgullo a su familia y amigos.

Un día mientras caminaba por el gallinero, en su interminable búsqueda de cosas nuevas tropezó con algo, estaba semienterrado en el suelo blando gracias a que una noche antes había sido mojado por una llovizna. Al principio se molestó mucho porque este objeto lo hizo tropezar y caer al suelo, se había manchado sus antes relucientes plumitas. Se levantó sacudiéndose para quitar la tierra de su cuerpecito y volteó con la intención de propinar una fuerte patada a eso que lo había hecho perder la concentración de su última búsqueda del tesoro perdido que, según le contó su abuela, podría estar en cualquier parte del gallinero.

Se encaminó decidido a castigar a ese objeto que lo hizo víctima de semejante vergüenza, los héroes no se tropiezan, pero algo llamo mucho su atención. El objeto brillaba con la luz del sol, era un brillo muy tenue con destellos azules, ¿sería ese el tesoro que mencionó su abuela? ¿Lo habría encontrado por fin y sin ayuda de nadie? Que orgullosos estarían todos de él. Su padre que siempre fue tan distante porque sus obligaciones como macho de la familia implicaban salir muy temprano a cantar y despertar a todo el mundo, porque Pollito sabía que el canto de su padre era tan poderoso que seguramente despertaba al mundo entero, él se sentiría orgulloso y quizás por fin prestaría un poco de atención a los sueños de Pollito. Su madre, ella sí que estaría feliz, siempre escuchaba con cierta atención todas las locuras que Pollito decía lleno de ilusión, pero estaba tan ocupada cuidando a sus hermanos y hermanas que no podía nunca acompañarlo a sus aventuras.

Ahora, estaba seguro, podría demostrarles a todos que era un buscador de tesoros, no, no, mejor aún, era un “encontrador de tesoros”. Se acercó con la mirada fija en el objeto que destellaba en el suelo, casi estaba por fuera de la tierra después de haber hecho tropezar a pollito. Intentó sacarlo pero no salió a la primera, intento de nuevo y se dio cuenta de que tendría que escarbar un poco para que la tierra lo soltase, en la vida de un héroe nada es tan sencillo pensó Pollito. Pico un poco por la derecha, otro tanto por la izquierda hasta que la tierra fue cediendo y el objeto fue liberado.

¡Era hermoso! Seguramente una piedra preciosa que algún viajero había extraviado mucho tiempo antes o probablemente era parte de un tesoro enorme que estaría esperándolo fuera del gallinero. Ahora tenía en sus manos la prueba que necesitaba para que sus padres entendieran que él debía ser libre y no estar encerrado en ese lugar lleno de gallinas. Él no pertenecía ahí, debería estar afuera, recorriendo el mundo, cazando leones y conquistando imperios.

El problema ahora era ¿Cómo transportar el objeto hasta su casa? Donde lo pudiera mostrar a todo el mundo. No podía dejarlo ahí, podría encontrarlo alguien más y robar todo el crédito, además los héroes no abandonan sus tesoros. Intentó cargarlo pero ni siquiera lo pudo levantar, sus alitas no tenían la suficiente fuerza. Podría llevarlo en su espalda seguramente pero ¿Cómo lo subiría hasta ahí?

De pronto la mejor de las ideas cruzó como un relámpago por su mente, lo empujaría hasta su casa, si, eso era lo correcto. Y como los héroes no esperan y mucho menos piden ayuda, empezó a empujar el objeto, primero con poca fuerza, no quería arruinarlo. El objeto no se movió. Empujó con más fuerza, siempre tratando de no romperlo. Pero el objeto azul brillante no se movió. Esta vez aplicó más fuerza aún, todavía lleno de dicha por su hallazgo, pero el objeto azul no cedió ni un milímetro. ¿Qué esta pasando? Pensó pollito ¿Cómo voy a mostrarle mi tesoro al mundo si no puedo siquiera moverlo de aquí?

Desesperado siguió intentando sin descanso hasta que su cuerpecito no pudo más. Estaba tan cansado que se quedó dormido muy juntito de su tesoro. A la mañana siguiente, cuando escuchó el potente canto de su padre retumbar el sus pequeños oídos, se dio cuenta de que no había ido a casa, su madre debía estar preocupada, tenía que avisarle que estaba bien, que sólo se había quedado dormido en la parte de atrás del gallinero donde casi nadie suele ir. Además tenía hambre, mucha hambre y entonces recordó que no había comido nada desde el día anterior. Pero ¿Qué haría? No podía dejar solo su tesoro, alguien más lo tomaría. ¿Permanecería ahí vigilante? ¿Qué comería? ¿Qué bebería? ¿Con quién jugaría?

Estuvo un rato dando vueltas alrededor de su tesoro, decidido a no abandonarlo. A lo lejos se escuchaban los píos de sus hermanos jugando, divirtiéndose, seguramente ellos ya habrían comido y tomado un baño. Sintió deseos de unírseles para jugar, pero ¿Qué pasaría con su tesoro? Permaneció plantado junto a el, intentando moverlo de alguna manera. El tesoro no se movió. El objeto azul parecía no estar dispuesto a ser conquistado. Pero Pollito seguía intentando. Ya un tanto desanimado y con demasiada hambre para seguir tratando de llevarse el tesoro a casa, se sentó a descansar. Sus hermanos andarían libres por todo el gallinero, jugando, riendo, buscando comida, ayudando a mamá, mirando a su padre en lo alto del granero y mientras él, el héroe, el “encontrador de tesoros” estaba ahí a lo lejos, cansado, solo y sin comida.

Tal vez ese tesoro no valía tanto sacrificio. Pollito prefería estar con sus hermanos y sus padres. Además si él que era todo un héroe no había podido mover siquiera al tesoro del su lugar, nadie mas lo haría. Empezó a caminar sin darse cuenta hacía su hogar. De pronto se detuvo volvió la mirada hacia el objeto azul y con una sonrisa corrió a casa. Nadie le quitaría el orgullo de haber encontrado su tesoro. Ahora ya sabía que era capaz de realizar cualquiera de sus sueños. Todo era posible…. Mientras tuviera una familia a quien regresar. Y después de todo ¿Quien quiere conquistar imperios y cazar leones con el estomago vacío?


Cheryl

jueves, 19 de junio de 2008

La niña que llevo dentro

Hace tiempo, al llegar a cierta edad, me puse a pensar en mí. A preguntarme ¿Qué cosas he hecho con mi vida? ¿Qué me hace sentir orgullosa de ser yo? ¿Hacia donde estoy encaminándome? ¿Qué espero hacer? ¿Qué quiero lograr? Y muchas preguntas más.

De pronto, mientras miraba unas fotos de mi infancia, me vi, ahí sentada sobre una piedra con un vestido azul oscuro, mirando fijamente hacia la cámara con un serio gesto “yo lo se todo” y una duda asaltó con fuerza a mi mente, esa niña que era yo hace algunos años, si me conociera ahora en estos momentos ¿se sentiría orgullosa de mi?

En honor a mi género y como buena pensadora, estuve horas analizando el tema sin descanso. Y me di cuenta de que la respuesta es NO. Si la niña que yo era hace jeje unos pocos años se presentara de pronto aquí, justo frente a mí y conviviera conmigo, con la persona que soy ahora, lo más probable es que no estaría contenta.

No significa que mi vida sea mala ni que me arrepienta de las decisiones que he tomado, pero sí acepto que no me he convertido en lo que soñaba ser cuando tuviera la edad que tengo en estos momentos. Recuerdo que uno de mis planes era ser astronauta, soñaba con ir a conocer la luna y revisar una a una las estrellas del cielo para saber de qué color eran y porque brillaban tanto; o ser presidenta, en ese entonces no tenía bien definido de qué sería presidenta pero el rango estaba claro; en cambio termine siendo Contadora, no es algo terrible pero si es verdad que no tiene nada que ver con ninguno de mis sueños.

Otro de los sueños de mi infancia era casarme y tener hijos. Digo después de todo ¿qué niña no sueña con eso? No me he casado aún y por supuesto tampoco tengo hijos y a veces pienso que eso no es para mí, soy tan intolerante con los niños que una de mis hermanas suele llamarme Herodes jajaja. Ese es otro sueño incumplido que haría sentir frustrada a mi niña interior.

Viajar!! Ese era otro de mis sueños, quería conocer el mundo montada en un globo aerostático. Pasar a visitar los países en los que se supone se desarrollaban los “cuentos de hadas”, esos donde los príncipes y las princesas se enamoraban, vencían a la bruja, al lobo o a todos los malos que aparecieran y eran por siempre felices. Quería subir a las pirámides de Egipto, navegar por los mares en un barco pirata, escalar montañas. Como dijera mi padre: sueños guajiros.

Pero claro está que ahora veo las cosas de una manera muy diferente que cuando tenía 6 años. ¿Recorrer el mundo en un globo aerostático? Por Dios!!! He aprendido muchas lecciones de vida, he luchado por lo que he querido, he sufrido, he fracasado en algunos intentos y eso me ha enseñado cosas que no imaginaba que existieran como el engaño, las consecuencias y las desilusiones.

Quisiera pensar que he crecido, que he madurado, que soy una mujer adulta con toda la experiencia e independencia de una persona de mi edad. Que hago mi vida como quiero hacerla, sin complicaciones, sin remordimientos, sin culpas o preocupaciones. Que no tengo nada mal en mi interior, no problemas sentimentales, ni laborales, que no tengo líos económicos, que disfruto vivir como si fuera este momento el último de mis momentos....

Pero no es así, no hago cosas que realmente quisiera. Y tal vez si mi vida fuese de esa manera terminaría pensando que no la estoy viviendo de la manera correcta.

Madurar es entender que la vida siempre tiene complicaciones, que nunca estaré completamente bien, ni completamente mal. Que las personas que me rodean son mundos independientes del mío y por lo tanto tienen sus propias complicaciones.
Que siempre existirá un alguien que me saque de mis casillas, que me enamore y me desilusione, que me enseñe algo de la vida o que me quiera cambiar. Que no siempre obtendré lo que quiero y que lo que quiero no siempre será lo que necesito. Que la vida se debe vivir como se va presentando sin preocuparme en pensar en lo que será mi futuro o culparme por lo que ya hice mal en el pasado.

De esa manera creo que la niña que hay en mi estaría orgullosa de la persona en quien se ha convertido.

Cheryl

martes, 17 de junio de 2008