domingo, 25 de enero de 2009

Cuando las cosas no van bien...

¿Alguna vez han sentido como si el mundo se les cayera encima? En los últimos días me estuve sintiendo así. De pronto me parecía que nada estaba bien, que cada minuto que pasaba complicaba más y más mi vida.

Todo empezó hace ya algún tiempo, cuando decidí cambiar de empleo. Tenía ya bastantes años en el anterior, así que me pareció sano hacer cambios, no por nada me gusta la frase “Renovarse o morir”. Hasta ese momento había tenido mi carrera abandonada, como dirían los gringos en “Stand by”. Todos mis conocidos sugerían que debía trabajar en el área para la cual me había preparado tanto, como luego dicen en donde me quemé tanto las pestañas, mi carrera.

Tenía un trabajo, que no era lo que había soñado, pero me daba comodidad y una vida económicamente tranquila; siempre quise estar en un empleo donde pudiera conocer gente interesante, diferente de mi, para aprender cosas nuevas, sin embargo, me conformé, durante muchos años. Llegado el momento sentí con claridad que era hora de buscar algo distinto. Aunque me atormentaba la idea de si no sería ya tarde para empezar.

“Nunca es tarde” repetí para mí misma. Empecé en un lugar nuevo, que no era en sí un empleo, pero me serviría para prepararme, para desempolvar mi, hasta entonces, casi olvidada carrera universitaria. Y efectivamente, funcionó, recordé cosas que había olvidado, aprendí algunas otras que no sabía y practiqué bastante lo que si. Pero existía un problema. Uno grande si me lo ponen a consideración. La remuneración económica por mis servicios era muy poca, casi inexistente. ¿Qué podía hacer? deseaba seguir aprendiendo, seguir practicando, seguir recordando... pero también necesitaba comer bien, cargar de gasolina el tanque de mi auto y sobre todo ¡Pagar mis deudas!

Eso en particular ensombrecía mi tranquilidad. Estaba contenta por aprender, pero triste de ser económicamente insolvente. ¿Cómo pagaría mis deudas? El mal humor me afloraba con bastante frecuencia, haciéndole pagar a los demás, sobre todo novio y familia, por mis frustraciones y mi desesperación. Pasaba los días quejándome de mi situación financiera, mientras mi situación emocional decaía mucho más a prisa. Pero no hacía nada al respecto. ¿Se han dado cuenta de que algunos seres humanos perdemos la cabeza cuando nos sentimos improductivos?

Yo estuve a punto de perderla. Hasta que algo pasó. Algo me forzó a tomar una decisión, ya no podía sostener por más tiempo esa postura. Y, por supuesto, Rodrigo tampoco podía seguir soportando mis quejas y mal humor, así que, con su ayuda, empecé a buscar una solución. Habían pasado años desde la última vez que tuve que buscar un empleo. Y ahí estaba yo, de pronto obligada a hacer frente a todos mis temores. Bien dicen que el miedo nos paraliza, nos impide conquistar nuestros sueños y llegar a nuestras metas más anheladas. Esa era mi situación: sin empleo, llena de temores y sintiéndome como una niña pérdida entre una multitud de desconocidos. Quien ya lo ha vivido reconocerá que no es fácil y quien diga que lo es... que se identifique para ir a patearle el trasero.

Para mí, al menos, no lo ha sido. Afortunadamente trato de tener presente que la vida es bella y que podría estar peor jeje. Lo mejor de todo es darme cuenta de que estoy rodeada de buenos amigos que me han aconsejado y apoyado en los malos momentos, que tengo a mi familia que me ama y siempre me respalda dentro de lo posible y que tengo un novio que es lo máximo. Que afortunada ¿Verdad?

Ahora sólo tengo un camino por seguir y me asusta. Pero estoy dispuesta a hacerlo, porque confío en que hay algo muy bueno esperando por mí, pero que no llegará a tocar en mi puerta, al fin lo entendí, así que debo salir a buscarlo. ¡Deséenme suerte!


Saludos


Cheryl



jueves, 22 de enero de 2009

¡De camping!

Este fin de semana pasado nos fuimos Rodrigo y yo con unos amigos a acampar a una playa en Sayulita, Nayarit. Hasta hace un par de años cada vez que escuchaba la palabra Acampar venían a mi mente palabras espeluznantes como por ejemplo: Incomodidad, pesadillas, dolor de estómago, dolor de cabeza, insomnio, mosquitos devoradores, bichos rastreros, etc.

Afortunadamente he cambiado de parecer al respecto, hoy en día eso de hacer camping me gusta mucho. Resultó no ser exactamente lo que yo me imaginaba, pero claro que no he acampado en cualquier parte, sólo en lugares dedicados especialmente para ese fin. En otras palabras los lugares donde acostumbramos acampar son espacios abiertos ya sea cerca de un cerro o en la playa, que cuentan con baños (muuuuuy importante) y seguridad. Digo no queremos que nos pase como en las películas de terror en donde siempre hay un malvado espiando a los chicos buenos (o sea nosotros jiji) desde la oscuridad y con muy malas intenciones.

Bueno el caso es que llegamos a la playa el sábado por la tarde, aún con buena luz de día, escogimos el espacio que nos pareció mejor e instalamos nuestras casas de campaña, cuidando de revisar muy bien algunos detalles, que vas aprendiendo conforme adquieres experiencia en esto del camping.

Rodrigo y yo, al igual que los demás, íbamos armados de cobijas, almohadas, colchoneta, comida, agua, ropa cómoda y calientita, un pequeño botiquín e implementos higiénicos de primera necesidad. Al parecer muchas otras personas tuvieron la misma idea que nosotros porque el campamento estaba lleno, con una variedad de casas de campaña que bien hubiera parecido un desfile de modas. Pudimos apreciar diferentes estilos y tamaños, muchos colores y sobre todo los cuidados que las personas les dan a las mismas. Y permítanme decirles que algunas dejaban mucho que desear al respecto.

Y qué decir del tamaño de algunas de esas casas, mientras unas parecían mansiones, otras apenas si permitirían el cupo de las cobijas que llevamos para la ocasión. Algo que también valió la pena observar es el modo de vida de algunas de las personas que nos encontramos en ese lugar. Estoy convencida de que varios de ellos viven ahí de manera casi permanente o al menos durante significativos períodos de tiempo. Me alegra saber que hay personas que realmente necesitan muy poco para vivir tranquilos y felices: un lugar para dormir (la casita de campaña), una buena playa, un baño (sin importar las condiciones del mismo), un poco de comida, jabón y pasta dental.

Llámenme quisquillosa pero eso es algo que no me atrae. Es decir, me gusta acampar, instalar mi casita en la superficie más plana que encuentre, hacer una fogata por las noches para asar bombones o salchichas, contar historias de miedo mientras te embadurnas el cuerpo de repelente contra mosquitos, cuidar bien los alimentos para que no se acerquen las hormigas, admirar el cielo nocturno lleno de estrellas, estar al aire libre la mayor parte del tiempo, etc. Pero definitivamente no podría hacer eso por mucho tiempo.

El domingo por la tarde, empezamos a levantar el campamento después de haber comido una deliciosa hamburguesa en el pueblito. Una vez que dejamos limpio el lugar, sin rastros de nuestra presencia y que los coches estuvieron de nuevo con las cajuelas llenas con nuestras pertenencias, entonces nos dispusimos a regresar a nuestros hogares.

Si se te antoja ir de campamento y no lo has hecho con anterioridad, te voy a dar las siguientes recomendaciones:

No olvides tu casa de campaña ni nada que tenga que ver con ella.
Dependiendo del lugar a donde vayas a acampar y el clima, vete preparado.
Lleva suficiente agua y comida.
Repelente de mosquitos.
Jabón y pasta dental.
Papel higiénico.
Botiquín.
Bloqueador solar.
Ropa cómoda.
Colchoneta.

Tal vez olvidé mencionar algo importante, si es así lo siento, tampoco soy una experta jeje. Cuídense mucho.


Besos


Cheryl

jueves, 8 de enero de 2009

Y al final todos somos de aqui...

¿Han escuchado hablar de un libro muy popular, hace unos años, llamado “Los hombres son de Marte y las mujeres son de Venus? En este libro se habla acerca de las muy marcadas diferencias entre los varones y las damas, que la verdad son muchas, aunque en las últimas décadas nos hayamos empeñado en decir que somos iguales.

Hoy mientras platicaba con algunos de mis amigos, salió al tema que una pareja conocida por uno de ellos, se acaba de separar, la razón principal: falta de entendimiento. Ella piensa que da más de lo que recibe y que él no la entiende, ni la escucha. Él piensa que ella es intransigente, que no valora los esfuerzos que hace y que siempre está quejándose de todo. Si él supiera cómo se siente ella y viceversa, las cosas, quizás, no hubieran llegado a tanto.

Y este es sólo un pequeño ejemplo sobre las miles de parejas que destruyen su vida conyugal por no saber entenderse. Según la teoría de John Gray, el autor del libro arriba mencionado, hombres y mujeres somos tan diferentes que se podría considerar que venimos de distintos planetas. Si eso fuese verdad, si los hombres vinieran de un planeta distinto a donde las mujeres habitan y de pronto se vieran una frente al otro ¿Cuál es el protocolo que deberían seguir? ¿Qué es lo primero que deben hacer para entablar relaciones pacíficas con la otra raza?

Supongo que lo primero sería aprender a comunicarnos, conocernos, saber qué es lo que el otro quiere, hablar sobre las diferencias entre ambos y aprender a disfrutar de ellas, aceptarnos y amarnos tal cual somos. Una vez que tengamos presente que somos diferentes, que somos de planetas diferentes (siguiendo el tema del libro), entonces debemos dejar de esperar que la persona que amamos sea una extensión de nosotros mismos, que reaccione de la misma forma, que quiera lo que queremos, que sienta lo que sentimos, que hable nuestro mismo idioma, etc.

Por ejemplo, cuando atravesamos por algún problema las mujeres tenemos tendencia a hablar, a desahogar la pena o problema; los hombres se recluyen para pensar y buscar soluciones, dejando fuera a todos los demás. En cuanto al amor, cada uno, hombres y mujeres, brindamos el tipo de amor que necesitamos, no el que necesita el sexo opuesto. La mayoría de los hombres basan el amor en: confianza, aceptación y aprecio; las mujeres lo basamos en: solicitud, comprensión y respeto.

A veces, ambos sexos, decimos cosas que a los oídos del otro suenan completamente diferente, cuestión de interpretación se podría decir, pero ¿Y si realmente no hablamos el mismo idioma? Tal vez nuestras frases a medias no son comprendidas por la otra persona de la misma manera o con la intención real con que fueron dichas. Y si no nos entendemos, no hay buena comunicación y terminamos enfrentándonos los unos con las otras. ¡Somos diferentes! Ahí radica la mejor parte del amor, no nos empeñemos en ser iguales.

Disfrutemos del amor, de la vida y de las personas que nos rodean.


Saludos!

Cheryl