miércoles, 29 de octubre de 2008

Ohhh!

Ayer estaba observando a mi sobrina Camila, su hermano mayor le regalo un pequeño muñequito de plástico, color rojo, sin chiste alguno, sin embargo ella le hizo tanta fiesta al muñeco que me quedé pensando en ello. No pude evitar preguntarme ¿Por qué las personas, conforme crecemos, perdemos la capacidad de sorprendernos? ¿Es algo que se pierde junto con los dientes de leche?

Entiendo que cuando llegamos a cierta etapa de nuestras vidas, veamos las cosas de diferente manera, por ejemplo: en la adolescencia dejan de importarnos los juguetes y nos preocupamos más por la ropa, las cosas materiales o entramos a algún rollo espiritual o grupal, empezamos a identificarnos con todos y con nadie, porque no encontramos nuestro lugar y es ahí donde empezamos a perder el gusto por el mundo. Dejamos de ver hacia fuera para ver hacia dentro y empezar a conocernos mejor a nosotros mismos. La adolescencia es una etapa, como bien lo dije, y una vez que la superamos volvemos a la normalidad.

Pero entramos a otra y luego a otra. Cambiamos la forma en que vemos nuestro entorno, definitivamente. Nos llenamos de proyectos, preocupaciones, amores, pretensiones o sueños quizás, pero dejamos de ver el mundo que nos rodea, las cosas sencillas pero hermosas que son regalos diarios para nuestros sentidos. Aunque también he notado que cuando estamos de vacaciones parece activarse la función “observar”, de esa manera apreciamos cada lugar que visitamos y podemos distinguir los detalles que nos explican los guías o amigos que nos acompañan en la aventura.

Pero no es necesario viajar a otra ciudad o estado para poder admirar cosas que no conocías. Me ha pasado que cuando vienen familiares o amigos a visitarnos y mis papás me piden que los lleve a dar un recorrido por los lugares más turísticos del puerto, ellos andan admirando cada detalle y en ocasiones he caído en cuenta de que algunos de esos detalles yo ni siquiera los había notado. E incluso los he escuchado hablar sobre lugares que visitaron que yo no conozco.

Hace unos días Rodrigo y yo estábamos en la terraza de un centro comercial platicando muy concentrados en nuestro tema cuando de repente sentimos una ráfaga de aire fresco deliciosa, sólo entonces miramos a nuestro alrededor y pudimos observar el atardecer maravilloso que teníamos frente a nosotros, el color del mar moviéndose al ritmo de las olas y el viento, las nubes teñidas de color naranja y unos rayos del sol reflejándose en los enormes edificios que hay ahí contrastando con la tranquilidad del mar y que sin embargo están, de forma misteriosa, en armonía con el paisaje.

Amigos hay cosas tan simples, como mirar a nuestro alrededor, y tienen el poder de hacer que el peor de sus días pase a ser sólo un mal momento en cuestión de minutos. Por eso, les invito a que de vez en cuando se tomen el tiempo de observar a su alrededor, les garantizo que algo bueno descubrirán ahí.


Cheryl



viernes, 24 de octubre de 2008

En la variedad está el gusto

La semana pasada, a punto de entrar en la regadera me dí cuenta de que ya necesitaba comprar un nuevo shampoo y acondicionador, así que lo anote en mi lista mental y a la primera oportunidad que hubo me fui al súper a hacer mi compra.

Llegué feliz de la vida al área correspondiente con la firme decisión de no salir de ahí sin mi nuevo shampoo. El primer problema de la tarde se presentó cuando me encontré el estante de los productos para el cabello: una pared de aproximadamente 2.5 metros de altura y 4 de longitud, atascada de dichos productos. Mi primer pensamiento fue “¡Orale! ¿Cómo voy a bajar el shampoo que me guste? Es más ¿Cómo voy a leer los ingredientes si no lo alcanzo?

No tuve que bajar ningún producto de esa pared porque había otros estantes más accesibles, pero tengo que decirles que elegir el producto adecuado fue todo un logro, para empezar te encuentras con infinidad de botellas de colores y diseños diferentes, lo más atractivas posibles. Pero cuando tienes que ver la que mejor te convenga... es entonces cuando el dilema inicia ¿Qué tipo de shampoo necesitas? para cabello seco o maltratado, para cabello largo, corto, lacio, rizado, teñido, con capas, tratado químicamente, hidratante, reparador, humectante, para evitar la caída, para la caspa, para reavivar el color, para cabelleras negras, castañas, rojas, rubias, con miel, con sábila, con seda (¿?), con vitaminas, para cabellos delgados, gruesos, rebeldes, esponjados, resecos, para cuero cabelludo sensible...¡Por Dios!

Nunca pensé que comprarme un nuevo shampoo me resultara tan complicado. Tomar la decisión que yo creí correcta me tomó al menos 20 minutos, pero salí de ahí con un par de botellas llenas de un producto “adecuado” para mis necesidades y mi tipo de cabello.

¿Y saben que es lo más curioso de todo este asunto de la saturación del mercado de productos? Que se extiende a todo tipo de artículos que desees comprar, sin importar de qué índole sean. Por ejemplo, un día buscando en Internet una “Clay bar”, que es como una barra de jabón que sirve para limpiar la pintura de los autos antes de pulir y encerar, me metí a una página donde seguramente la encontraría... y si, por supuesto que la encontré... pero no estaba sola. Había aproximadamente 8 tipos de barras, además de aceites, sprays, esponjas, etc. que prometían hacer el mismo trabajo que la dichosa Clay bar. Ahí si me fue imposible decidirme por alguna porque no conozco de marcas ni mucho menos (le preguntaré a mi asesor automovilístico= Rodrigo).

En otra ocasión acompañé a mi hermana Lulú a comprar un Ipod que quería regalarle a su esposo. Llegamos a una conocida tienda de artículos electrónicos en busca de la mejor opción. Y vaya que había opciones, no sólo de tamaños y colores, si no de capacidades, modelos y marcas diferentes. Cuando por fin se decidió por cual aparato comprar le dice al vendedor “Me das el pequeño de color verde por favor”, al chico le cambió la cara por un segundo, pero recobró la compostura y cuando metió la mano en el aparador y saco uno de color gris supe que algo no andaba muy bien. Al ver nuestra cara de “¿Y a este que le pasa?” con un poco de pena nos confesó “Perdón, me puede señalar cual quiere exactamente, es que soy un poco daltónico”.

Así que cuando necesiten algún producto o artefacto nuevo y diferente, no se dejen sorprender, como yo, por la extensa variedad. Elijan con mucho cuidado y armados de paciencia.


Saluditos!!


Cheryl.

domingo, 12 de octubre de 2008

Dependencia tecnológica

Hace unas semanas mi amiga Columba me envió un chiste o anécdota vía email, el cual me inspiró el tema de hoy. Decía así:

“Estaba una tarde platicando con mi mamá y mirando un reportaje en la televisión donde hablaban de las personas que por algún accidente o enfermedad quedan en estado vegetal y la situación que tienen que vivir sus familiares ante la decisión de desconectarlos o no... horrorizado por el hecho de que alguien sólo pueda sobrevivir conectado a tantos aparatos electrónicos le dije a mi madre: ¡Que barbaridad! Yo preferiría morir que vivir así. Mamá si ves que algún día yo estoy en esas circunstancias por favor desconéctame de todos esos aparatos lo prefiero mil veces a vivir de esa manera.
Ella voltea a verme y con voz muy seria me pregunta: ¿Estas seguro de lo que dices? Yo, extrañado, le contesto: Claro que si mamá, no permitas que tu hijo viva de esa manera. Se queda mirándome un par de minutos mas y de repente se da la vuelta, se encamina hacia mi habitación y me desconecta la televisión, el telecable, el Internet, el Xbox, la computadora y el celular.”

No cabe duda de que vivimos cada vez con más comodidades, estamos en una era en donde ya no es necesario pisar la calle para adquirir casi cualquier producto: comestibles, refacciones, artículos de belleza, aparatos electrónicos, nuevos artefactos que prometen hacer maravillas, etc. No tenemos que ir al banco a pagar las cuentas del teléfono, luz, tele cable, tarjetas de crédito... el Internet vino a facilitarnos la vida.

Incluso la “vieja” costumbre de alquilar películas está perdiendo fuerza debido a que ahora con Sky, telecable, DirecTV, entre otros podemos ver las películas más recientes en la tranquilidad de nuestros hogares. ¡Ah! Y no me puedo olvidar de que el Internet ahora es también inalámbrico, lo cual significa que puedes andar por toda la casa con tu computadora portátil (otro maravilloso invento de la tecnología) sin necesidad de cables. Y que decir de los teléfonos celulares de hoy en día, que lo mismo puedes hacer una llamada, que escuchar música, revisar tu correo electrónico, tomar una fotografía o grabar un video, escuchar la radio o mandar mensajes de texto o fotos por bluetooth con sólo apretar un botoncito.

Todos estos avances tecnológicos a nuestro alcance, hacen de nuestras vidas algo más sencillo, sin duda alguna. Pero se han preguntado alguna vez ¿Qué pasaría si por algún desastre natural o algo por el estilo perdiésemos todo eso?
Simplemente si nos quedáramos sin energía eléctrica de un momento a otro. En primer lugar el caos vial sería terrible, me imagino la escena: yo parada en un crucero con los semáforos sin funcionar y todos los autos intentando atravesar las calles y eso sin contar a los peatones. Imagínense... no televisión, sin refrigerador, no computadora, sin teléfono (hablo de los inalámbricos claro está), sin licuadora, ni plancha, ni lavadora... ¡Cielos! Eso si que sería peor que una película de terror jeje, casi, casi como volver a la época de las cavernas.

Tan sólo pensar en vivir sin televisión me produce un estremecimiento jajaja. ¿Nos hemos dado cuenta de cuán dependientes somos de la tecnología? Vamos por la vida disfrutando cada vez más de la holgazanería que nos regalan las comodidades pero que al mismo tiempo nos aprisionan y nos guían hacia la vida sedentaria. Y con eso no quiero decir que tenga el plan de renunciar a todos mis “artículos de primera necesidad” como mi celular, mi televisión (una nueva después de la muerte de la anterior), mi laptop con su incomparable Internet inalámbrico, etc.

Es más bien una observación de lo acostumbrados que estamos a tener siempre ciertas facilidades para realizar nuestras tareas diarias, de lo sencillas que pueden ser nuestras labores cuando contamos con todos esos servicios y productos. Pero sin embargo, el ser humano es tan creativo y maravilloso que si por alguna razón nos quedásemos sin todos nuestros privilegios... sufriríamos, claro está, pero seguramente inventaríamos en poco tiempo otras maneras de hacernos la vida más fácil.


Besos!


Cheryl

domingo, 5 de octubre de 2008

Películas de terror

Sábado, 7:30 p.m. llegamos Rodrigo y yo a nuestro multi cinema favorito, más por la comida que por cualquier otra cosa. Vemos la cartelera, “no hay nada bueno” dice mi novio, coincido con él porque como buenos cinéfilos ya vimos las mejorcitas jeje. Como ninguna película es de su completo agrado me deja a mí la tarea de elegir qué veremos. Tampoco hay alguna que me llame la atención en demasía pero me decido por una de terror, no soy aficionada a ese tipo de historias porque me ponen los nervios de punta. Pero la trama me pareció interesante y además el actor principal es el protagonista de una serie de acción llamada 24 en la que siempre está salvando el mundo de una catástrofe nuclear o de una guerra mundial. Por lo tanto me digo a mi misma ¿Qué de malo podría pasar si Jack Bauer está ahí para solucionarlo todo?

A las 8 menos 15 estamos ya listos para entrar a la sala de proyección, con un delicioso baguette en una mano y el respectivo refresco en la otra. Como tiene sus ventajas llegar temprano a la función, nos acomodamos en los lugares que más nos complacen y al poco rato la sala está a reventar. Empieza la película y casi inmediatamente empiezan los sustos ¿Por qué a las personas les gustan tanto esas historias? ¿Nos gusta que nos asusten? ¿Lo que sucede en la vida real no es lo suficientemente espantoso y necesitamos más?

La historia termina siendo insulsa cuando veo escenas tan espantosas y llenas de violencia sobrenatural y fantasmagórica. Realmente son tan sangrientas que a los 20 minutos de iniciada la película estoy arrepentida de la decisión que tomé. He visto muchas películas de acción en donde la sangre corre a borbotones y las armas disparan miles de balas sin que se descarguen por completo, esas me gustan... pero ¿Por qué el afán de involucrar fantasmas y espíritus malignos que no hay pared que los detenga ni bala que los mate? Además ¿Cómo se atreven a usar los espejos, que son objetos casi sagrados para nosotras las mujeres, como principal fuente de terror? Porque la verdad ¿Qué mujer que se precie de ser femenina no trae un pequeño espejo siempre consigo? ¿Quieren que nos de un infarto cada vez que abrimos nuestros bolsos?

En fin, para cuando salimos del cine, un tanto decepcionados por el final de la historia, el arrepentimiento era total, pero como dice una canción “ya ni llorar es bueno”. Después del mal rato nos fuimos a divertir y se me olvidaron los detalles de la película... hasta que desperté en la madrugada por x razón y todas las imágenes terroríficas vinieron a mi mente como si hubieran estado a la espera de que yo cobrara conciencia. Los momentos más culminantes de la batalla entre el héroe y el maligno y la incertidumbre del final estuvieron atormentándome por un buen rato. No sabía si levantarme y encender la luz o quedarme ahí sin hacer ruido o movimiento alguno.

Sin quererlo estaba yo misma librando una batalla entre el bien y el mal. Y durante un buen rato el mal iba a la delantera, porque ni me dejaba dormir ni me atrevía a hacer algo más provechoso... pero como nada dura para siempre y mi cansancio era demasiado como para seguir luchando con el terror nocturno, llegó el momento en que decidí que todo me importaba un comino machucado y me volví a dormir, tan plácidamente como un bebé.

Aunque con sinceridad les digo que pasará mucho tiempo antes de que yo vaya de nuevo a ver una película de terror.

Saluditos!


Cheryl