Hace muchos, muchos minutos en una pequeña dependencia de gobierno, en un pueblito perdido vivía un caracol, llamado Pánfilo, que hacía las veces de funcionario del registro civil, de notario, de alcalde, jefe de la policía, juez y todo aquello que necesitara algún tipo de control o don de mando. Este caracol era el mejor y el más capacitado para todos los puestos que desempeñaba dentro del gobierno de Laborioso, su pueblo natal, no había nadie que supiera más que él y nadie que tuviera mayor autoridad.
Todos y cada uno de los días registra nacimientos, matrimonios y divorcios, compras de propiedades, nuevos asentamientos y aperturas de negocios, se arregla con los pueblos vecinos para reparar las carreteras que, con las lluvias torrenciales que azotan a la comunidad en esta época, están muy descompuestas e impiden en arribo de visitantes, lo cual afecta directamente los ingresos del Ayuntamiento. Como jefe de la policía y juez, Pánfilo también se encarga de tratar con problemas legales tales como robo del fondo de ahorros, asalto a las cosechas, pleitos de vecinos, etc. De la misma forma Pánfilo también se encarga de la toma de decisiones súper importantes como de qué color se pintara la presidencia este año, qué plantas y flores se incluirán en los jardines y también de las cosas del presupuesto.
Debido a su alto rango Pánfilo siempre esta vestido correctamente, traje sastre, corbatín y zapatos perfectamente lustrados, de vez en cuando, si la ocasión lo amerita, usa su sombrero de copa, lo cual sólo ocurre una vez al año, cuando son las fiestas de la región y todos los alcaldes se reúnen en Salón Morado para una cena de gala donde cada uno de ellos, cinco en total: Don Gorrión, alcalde de Zapatito; Don Filomeno, alcalde de Mirillo; Doña Cataluña, alcaldesa de Abanico y Doña Manchita alcaldesa de Comboy, se visten con sus mejores ropas y hacen alarde sobre lo bien controlados que tienen todos los problemas de sus respectivos pueblos, lo útiles que son a la comunidad, lo mucho que los habitantes los necesitan y lo perdidos que estarían todos de no ser por ellos.
Lo que nadie sabe en Laborioso y pueblos circunvecinos es que Pánfilo tiene un sueño que no comparte con nadie y que no tienen nada que ver son sus labores sociales y políticas. Pánfilo el caracol quiere ser ¡Corredor de autos!. Por las noches, después de salvar al mundo (o bueno, cuando menos a Laborioso) Pánfilo llega a su hogar, se quita el corbatín y el traje sastre, saca su colección de autos y sueña con altas velocidades rodeado de sus Ferrari, Mercedes, Sauber y demás.
Desde que era pequeño Pánfilo ha tenido el mismo anhelo, pero siempre hubo quien le dijera que “¡Es una locura! los caracoles no corren autos”, “No seas tonto”, “No pierdas tu tiempo con tonterías”, “¿Dónde se ha visto a un caracol en las carreras de autos?”. Todos sus compañeritos de la escuela se burlaban de los deseos del pequeño Pánfilo, incluso su padre, a quien tanto adoraba, en muchas ocasiones le dijo: “Soñar no te llevará a ninguna parte, debes seguir mis pasos si quieres llegar a ser alguien”.
Poco a poco Pánfilo fue perdiendo la esperanza de realizar su meta, fue cediendo a los deseos de los demás, sus padres y amigos, empezó a convencerse a sí mismo de la imposibilidad de realizar su más adorado anhelo. Perdió la fuerza para luchar, simplemente se dejó llevar por donde la vida lo llevó y mira que lo llevó lejos, ahora es alcalde del pueblo. Su padre estaría muy orgulloso si pudiera verlo.
Pero, a pesar de todo, Pánfilo no se siente feliz. Aunque los años pasan sigue pensando en su sueño, sin importar el tiempo, la distancia o la imposibilidad de lograrlo.
Un día de esos en que Pánfilo lo tiene todo dominado en el Ayuntamiento, Registro civil, Comisaría y demás, mientras mira por una de las ventanas de su oficina, entra Silbido su secretario y ayudante de siempre, después de darle los buenos días, con todo el respeto que su posición merece, pone sobre el escritorio los periódicos, después de todo ¿Qué clase de político y ciudadano sería si no se mantiene informado de lo que acontece en el mundo?
Siendo un caracol tan metódico y seguidor del orden como lo es Pánfilo, no se salta ninguna de las secciones del periódico, al contrario. Después de deleitarse con todas las novedades como que, según los pronósticos del Turistín, se espera una buena oleada de visitantes para esta temporada. Y qué decir de los escándalos, como ese de que Don Gorrión fue atrapado por la cámara de un paparazzi en pleno ataque de glotonería.
Al llegar a la sección deportiva, Pánfilo casi se va de espaldas cuando lee lo que ahí dice: “Si eres fanático de las carreras de autos, esta es tu gran oportunidad, te esperamos en el Autodromo de Ciudad Montecarlo, estarán los mejores pilotos del mundo y puedes ser elegido para correr uno de los autos mas rápidos. Ven, te estamos esperando”.
-¡Cielos! Que buena suerte la mía- piensa Pánfilo- -Si tan sólo fuera lo suficientemente valiente para perseguir mi sueño. Pero no puedo abandonar a todos aquí, ellos confían en mí, me respetan, soy indispensable. ¿Qué harán si yo no estoy? ¿Quién resolverá todos los problemas? Son tan débiles y están tan expuestos. No, definitivamente no podrán arreglárselas sin mí. Una vez más tendré que dejar esta locura y cumplir con mis obligaciones.
Qué gran tristeza invadió el corazón de Pánfilo, sus obligaciones que, hasta ahora, le daban sentido a su vida, ahora le pesan como una gran roca atada a su cuello. Esa noche, cuando llegó a su casa, no tuvo deseos de sacar su colección de autos. ¿Qué hacer? ¿Perseguir su sueño y abandonar todo lo que con tanto esfuerzo a conseguido? ¿Conformarse con vivir el sueño de alguien más? ¿Dejar ir la oportunidad de pilotar un auto de carreras? ¿Quedarse en su pueblo y seguir haciendo sus funciones normalmente, como si nada hubiera pasado? ¿Y si pierde su chance de ser corredor de autos? ¿Y si pierde todo lo que tiene?
Pánfilo no pegó el ojo en toda la noche. Pensó y pensó, lloró, pataleó, se desesperó, meditó sobre todas y cada una de las labores que realiza diariamente, sobre su felicidad y su verdadero deseo... al final después de mucho meditarlo, tomó una decisión.
La mañana siguiente salió en el primer vuelo hacia Ciudad Montecarlo. Su puesto y obligaciones estarían en el mismo lugar hasta que él volviera. Y de no ser así, volvería a empezar.
Besos
Cheryl
Todos y cada uno de los días registra nacimientos, matrimonios y divorcios, compras de propiedades, nuevos asentamientos y aperturas de negocios, se arregla con los pueblos vecinos para reparar las carreteras que, con las lluvias torrenciales que azotan a la comunidad en esta época, están muy descompuestas e impiden en arribo de visitantes, lo cual afecta directamente los ingresos del Ayuntamiento. Como jefe de la policía y juez, Pánfilo también se encarga de tratar con problemas legales tales como robo del fondo de ahorros, asalto a las cosechas, pleitos de vecinos, etc. De la misma forma Pánfilo también se encarga de la toma de decisiones súper importantes como de qué color se pintara la presidencia este año, qué plantas y flores se incluirán en los jardines y también de las cosas del presupuesto.
Debido a su alto rango Pánfilo siempre esta vestido correctamente, traje sastre, corbatín y zapatos perfectamente lustrados, de vez en cuando, si la ocasión lo amerita, usa su sombrero de copa, lo cual sólo ocurre una vez al año, cuando son las fiestas de la región y todos los alcaldes se reúnen en Salón Morado para una cena de gala donde cada uno de ellos, cinco en total: Don Gorrión, alcalde de Zapatito; Don Filomeno, alcalde de Mirillo; Doña Cataluña, alcaldesa de Abanico y Doña Manchita alcaldesa de Comboy, se visten con sus mejores ropas y hacen alarde sobre lo bien controlados que tienen todos los problemas de sus respectivos pueblos, lo útiles que son a la comunidad, lo mucho que los habitantes los necesitan y lo perdidos que estarían todos de no ser por ellos.
Lo que nadie sabe en Laborioso y pueblos circunvecinos es que Pánfilo tiene un sueño que no comparte con nadie y que no tienen nada que ver son sus labores sociales y políticas. Pánfilo el caracol quiere ser ¡Corredor de autos!. Por las noches, después de salvar al mundo (o bueno, cuando menos a Laborioso) Pánfilo llega a su hogar, se quita el corbatín y el traje sastre, saca su colección de autos y sueña con altas velocidades rodeado de sus Ferrari, Mercedes, Sauber y demás.
Desde que era pequeño Pánfilo ha tenido el mismo anhelo, pero siempre hubo quien le dijera que “¡Es una locura! los caracoles no corren autos”, “No seas tonto”, “No pierdas tu tiempo con tonterías”, “¿Dónde se ha visto a un caracol en las carreras de autos?”. Todos sus compañeritos de la escuela se burlaban de los deseos del pequeño Pánfilo, incluso su padre, a quien tanto adoraba, en muchas ocasiones le dijo: “Soñar no te llevará a ninguna parte, debes seguir mis pasos si quieres llegar a ser alguien”.
Poco a poco Pánfilo fue perdiendo la esperanza de realizar su meta, fue cediendo a los deseos de los demás, sus padres y amigos, empezó a convencerse a sí mismo de la imposibilidad de realizar su más adorado anhelo. Perdió la fuerza para luchar, simplemente se dejó llevar por donde la vida lo llevó y mira que lo llevó lejos, ahora es alcalde del pueblo. Su padre estaría muy orgulloso si pudiera verlo.
Pero, a pesar de todo, Pánfilo no se siente feliz. Aunque los años pasan sigue pensando en su sueño, sin importar el tiempo, la distancia o la imposibilidad de lograrlo.
Un día de esos en que Pánfilo lo tiene todo dominado en el Ayuntamiento, Registro civil, Comisaría y demás, mientras mira por una de las ventanas de su oficina, entra Silbido su secretario y ayudante de siempre, después de darle los buenos días, con todo el respeto que su posición merece, pone sobre el escritorio los periódicos, después de todo ¿Qué clase de político y ciudadano sería si no se mantiene informado de lo que acontece en el mundo?
Siendo un caracol tan metódico y seguidor del orden como lo es Pánfilo, no se salta ninguna de las secciones del periódico, al contrario. Después de deleitarse con todas las novedades como que, según los pronósticos del Turistín, se espera una buena oleada de visitantes para esta temporada. Y qué decir de los escándalos, como ese de que Don Gorrión fue atrapado por la cámara de un paparazzi en pleno ataque de glotonería.
Al llegar a la sección deportiva, Pánfilo casi se va de espaldas cuando lee lo que ahí dice: “Si eres fanático de las carreras de autos, esta es tu gran oportunidad, te esperamos en el Autodromo de Ciudad Montecarlo, estarán los mejores pilotos del mundo y puedes ser elegido para correr uno de los autos mas rápidos. Ven, te estamos esperando”.
-¡Cielos! Que buena suerte la mía- piensa Pánfilo- -Si tan sólo fuera lo suficientemente valiente para perseguir mi sueño. Pero no puedo abandonar a todos aquí, ellos confían en mí, me respetan, soy indispensable. ¿Qué harán si yo no estoy? ¿Quién resolverá todos los problemas? Son tan débiles y están tan expuestos. No, definitivamente no podrán arreglárselas sin mí. Una vez más tendré que dejar esta locura y cumplir con mis obligaciones.
Qué gran tristeza invadió el corazón de Pánfilo, sus obligaciones que, hasta ahora, le daban sentido a su vida, ahora le pesan como una gran roca atada a su cuello. Esa noche, cuando llegó a su casa, no tuvo deseos de sacar su colección de autos. ¿Qué hacer? ¿Perseguir su sueño y abandonar todo lo que con tanto esfuerzo a conseguido? ¿Conformarse con vivir el sueño de alguien más? ¿Dejar ir la oportunidad de pilotar un auto de carreras? ¿Quedarse en su pueblo y seguir haciendo sus funciones normalmente, como si nada hubiera pasado? ¿Y si pierde su chance de ser corredor de autos? ¿Y si pierde todo lo que tiene?
Pánfilo no pegó el ojo en toda la noche. Pensó y pensó, lloró, pataleó, se desesperó, meditó sobre todas y cada una de las labores que realiza diariamente, sobre su felicidad y su verdadero deseo... al final después de mucho meditarlo, tomó una decisión.
La mañana siguiente salió en el primer vuelo hacia Ciudad Montecarlo. Su puesto y obligaciones estarían en el mismo lugar hasta que él volviera. Y de no ser así, volvería a empezar.
Besos
Cheryl
4 comentarios:
jej... ah que Panfilo!!
Nadie s indispensable.. luego pensamos que si nos salimos unos dias del trabajo... nadie va a poder resolver sus problemas!! siendo que no pasa nada!!!
pero Sauber?? ahora si me sorprendiste jeje
Que linda historia, y tiene toda la razón.
Las cosas que nos pasan no son casualidad, y siempre hay que estar dispuestos a tomar las oportunidades =)
Saludos!!
LA REALIDAD ES KE A LA MAYORIA DE LAS PERSONAS NOS CUESTA TOMAR DECISIONES RESPECTO A CAMBIOS ALGO DRASTICOS, PERO TAMBIEN ES VERDAD QUE EL KE NO ARRIESGA NO GANA..ASI KE..""INTENTEMOSLO""..
!!!GURRUMINA!!!
Coincido con Rodrigo... me sorprendió lo de Sauber... Ja ja ja ja...
Ya en serio, generalmente es mejor tomar un riesgo calculado por hacer lo que nos apasiona que vivir bajo la seguridad monótona de nuestra zona de confort.
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