¿Alguna vez han sentido como si el mundo se les cayera encima? En los últimos días me estuve sintiendo así. De pronto me parecía que nada estaba bien, que cada minuto que pasaba complicaba más y más mi vida.
Todo empezó hace ya algún tiempo, cuando decidí cambiar de empleo. Tenía ya bastantes años en el anterior, así que me pareció sano hacer cambios, no por nada me gusta la frase “Renovarse o morir”. Hasta ese momento había tenido mi carrera abandonada, como dirían los gringos en “Stand by”. Todos mis conocidos sugerían que debía trabajar en el área para la cual me había preparado tanto, como luego dicen en donde me quemé tanto las pestañas, mi carrera.
Tenía un trabajo, que no era lo que había soñado, pero me daba comodidad y una vida económicamente tranquila; siempre quise estar en un empleo donde pudiera conocer gente interesante, diferente de mi, para aprender cosas nuevas, sin embargo, me conformé, durante muchos años. Llegado el momento sentí con claridad que era hora de buscar algo distinto. Aunque me atormentaba la idea de si no sería ya tarde para empezar.
“Nunca es tarde” repetí para mí misma. Empecé en un lugar nuevo, que no era en sí un empleo, pero me serviría para prepararme, para desempolvar mi, hasta entonces, casi olvidada carrera universitaria. Y efectivamente, funcionó, recordé cosas que había olvidado, aprendí algunas otras que no sabía y practiqué bastante lo que si. Pero existía un problema. Uno grande si me lo ponen a consideración. La remuneración económica por mis servicios era muy poca, casi inexistente. ¿Qué podía hacer? deseaba seguir aprendiendo, seguir practicando, seguir recordando... pero también necesitaba comer bien, cargar de gasolina el tanque de mi auto y sobre todo ¡Pagar mis deudas!
Eso en particular ensombrecía mi tranquilidad. Estaba contenta por aprender, pero triste de ser económicamente insolvente. ¿Cómo pagaría mis deudas? El mal humor me afloraba con bastante frecuencia, haciéndole pagar a los demás, sobre todo novio y familia, por mis frustraciones y mi desesperación. Pasaba los días quejándome de mi situación financiera, mientras mi situación emocional decaía mucho más a prisa. Pero no hacía nada al respecto. ¿Se han dado cuenta de que algunos seres humanos perdemos la cabeza cuando nos sentimos improductivos?
Yo estuve a punto de perderla. Hasta que algo pasó. Algo me forzó a tomar una decisión, ya no podía sostener por más tiempo esa postura. Y, por supuesto, Rodrigo tampoco podía seguir soportando mis quejas y mal humor, así que, con su ayuda, empecé a buscar una solución. Habían pasado años desde la última vez que tuve que buscar un empleo. Y ahí estaba yo, de pronto obligada a hacer frente a todos mis temores. Bien dicen que el miedo nos paraliza, nos impide conquistar nuestros sueños y llegar a nuestras metas más anheladas. Esa era mi situación: sin empleo, llena de temores y sintiéndome como una niña pérdida entre una multitud de desconocidos. Quien ya lo ha vivido reconocerá que no es fácil y quien diga que lo es... que se identifique para ir a patearle el trasero.
Para mí, al menos, no lo ha sido. Afortunadamente trato de tener presente que la vida es bella y que podría estar peor jeje. Lo mejor de todo es darme cuenta de que estoy rodeada de buenos amigos que me han aconsejado y apoyado en los malos momentos, que tengo a mi familia que me ama y siempre me respalda dentro de lo posible y que tengo un novio que es lo máximo. Que afortunada ¿Verdad?
Ahora sólo tengo un camino por seguir y me asusta. Pero estoy dispuesta a hacerlo, porque confío en que hay algo muy bueno esperando por mí, pero que no llegará a tocar en mi puerta, al fin lo entendí, así que debo salir a buscarlo. ¡Deséenme suerte!
Saludos
Cheryl
Todo empezó hace ya algún tiempo, cuando decidí cambiar de empleo. Tenía ya bastantes años en el anterior, así que me pareció sano hacer cambios, no por nada me gusta la frase “Renovarse o morir”. Hasta ese momento había tenido mi carrera abandonada, como dirían los gringos en “Stand by”. Todos mis conocidos sugerían que debía trabajar en el área para la cual me había preparado tanto, como luego dicen en donde me quemé tanto las pestañas, mi carrera.
Tenía un trabajo, que no era lo que había soñado, pero me daba comodidad y una vida económicamente tranquila; siempre quise estar en un empleo donde pudiera conocer gente interesante, diferente de mi, para aprender cosas nuevas, sin embargo, me conformé, durante muchos años. Llegado el momento sentí con claridad que era hora de buscar algo distinto. Aunque me atormentaba la idea de si no sería ya tarde para empezar.
“Nunca es tarde” repetí para mí misma. Empecé en un lugar nuevo, que no era en sí un empleo, pero me serviría para prepararme, para desempolvar mi, hasta entonces, casi olvidada carrera universitaria. Y efectivamente, funcionó, recordé cosas que había olvidado, aprendí algunas otras que no sabía y practiqué bastante lo que si. Pero existía un problema. Uno grande si me lo ponen a consideración. La remuneración económica por mis servicios era muy poca, casi inexistente. ¿Qué podía hacer? deseaba seguir aprendiendo, seguir practicando, seguir recordando... pero también necesitaba comer bien, cargar de gasolina el tanque de mi auto y sobre todo ¡Pagar mis deudas!
Eso en particular ensombrecía mi tranquilidad. Estaba contenta por aprender, pero triste de ser económicamente insolvente. ¿Cómo pagaría mis deudas? El mal humor me afloraba con bastante frecuencia, haciéndole pagar a los demás, sobre todo novio y familia, por mis frustraciones y mi desesperación. Pasaba los días quejándome de mi situación financiera, mientras mi situación emocional decaía mucho más a prisa. Pero no hacía nada al respecto. ¿Se han dado cuenta de que algunos seres humanos perdemos la cabeza cuando nos sentimos improductivos?
Yo estuve a punto de perderla. Hasta que algo pasó. Algo me forzó a tomar una decisión, ya no podía sostener por más tiempo esa postura. Y, por supuesto, Rodrigo tampoco podía seguir soportando mis quejas y mal humor, así que, con su ayuda, empecé a buscar una solución. Habían pasado años desde la última vez que tuve que buscar un empleo. Y ahí estaba yo, de pronto obligada a hacer frente a todos mis temores. Bien dicen que el miedo nos paraliza, nos impide conquistar nuestros sueños y llegar a nuestras metas más anheladas. Esa era mi situación: sin empleo, llena de temores y sintiéndome como una niña pérdida entre una multitud de desconocidos. Quien ya lo ha vivido reconocerá que no es fácil y quien diga que lo es... que se identifique para ir a patearle el trasero.
Para mí, al menos, no lo ha sido. Afortunadamente trato de tener presente que la vida es bella y que podría estar peor jeje. Lo mejor de todo es darme cuenta de que estoy rodeada de buenos amigos que me han aconsejado y apoyado en los malos momentos, que tengo a mi familia que me ama y siempre me respalda dentro de lo posible y que tengo un novio que es lo máximo. Que afortunada ¿Verdad?
Ahora sólo tengo un camino por seguir y me asusta. Pero estoy dispuesta a hacerlo, porque confío en que hay algo muy bueno esperando por mí, pero que no llegará a tocar en mi puerta, al fin lo entendí, así que debo salir a buscarlo. ¡Deséenme suerte!
Saludos
Cheryl