Era una tarde preciosa, estaba caminando por la playa, el sol reflejándose en el agua a punto de ponerse, mis píes descalzos sobre la arena, el aire rozando en mis mejillas, despeinando alegremente mis cabellos… de pronto ¡Me despierto!
Son las 3 de la madrugada, estoy en la oscuridad de mi habitación y tengo sed. No hay playa, no hay sol poniéndose en el horizonte, ni aire despeinando mi cabello. Todo era un sueño. Me levanto con el temor de despertarme por completo y perder el hilo de mi ensoñación, tomo un poco de agua y vuelvo a la cama. Me acomodo en la forma que me facilite a caer en los brazos de Morfeo. Trato de recordar exactamente lo que hacía antes de despertar, la sensación de la arena en mis pies, la vista de la playa, el viento, la calidez de sol… sin embargo pensamientos diferentes llegan a mi mente “¿Estaré haciendo bien al dejar ese empleo?” “¿Y si ya no puedo pagar mis cuentas?” “¿Pagué la mensualidad del celular?” “Estoy siendo morosa en llevarle a Delia las cosas que le prometí” “No he llamado a Claudia desde hace muchos meses, definitivamente soy mala amiga” “¡Cielos! Olvidé que debía recoger unos documentos en el correo” “¿Le di el recado a mi hermana?”
El corazón que latía pacíficamente dentro de mi pecho y mi respiración apacible empiezan a descomponerse. Me revuelvo inquieta en la cama. La temperatura ambiental que hacia unos segundos me parecía la ideal ahora se torna caliente, enciendo el ventilador, dos segundos después mis pies están helados, me cubro con una manta. Para esos momentos ya son las 4:30 de la madrugada y yo no he podido recuperar mi playa, ni la puesta de sol.
Un rato después miro el reloj que está en el buró junto a la cama, son las 5:40 a.m. y no he podido volver a dormir. Me doy por vencida y enciendo la luz, abro el libro que he estado leyendo y localizo la línea en donde lo dejé la última vez, trato de concentrarme en la historia, pero no puedo dejar de pensar en que es de madrugada y debería estar descansando ya que dentro de unas pocas horas tendré levantarme y salir a trabajar. El fastidio me hace presa y la desesperación también. No me puedo concentrar en el libro. Enciendo el televisor. En todos los canales hay comerciales vendiendo algún artefacto maravilloso que promete salvar tu vida, hacerte bajar de peso, lograr que cocines un banquete aunque no conozcas ni la O por lo redondo, ponerte en forma, quitarte todas las manchas y cicatrices del cuerpo, en pocas palabras solucionarte la vida. Apago el televisor.
Vuelvo a mirar la hora, las 6:30 a.m. y yo no tengo ni sueño, ni descanso, ni paz. Enciendo la computadora y empiezo a teclear algunas palabras que vienen a mi mente en esos momentos, escribo un párrafo de incoherencias, le cambio la letra, el tamaño, lo justifico, lo guardo. Me pongo a ver fotos. Escudriño en las carpetas antiguas, encuentro archivos que no recordaba, los leo, recorro cada uno de ellos en busca de algo interesante. Mis ojos empiezan a dolerme y se me cierran sin querer, el cansancio comienza a vencer al insomnio. Apago la computadora y me encamino a mi cama, apago las luces y me acomodo para dormir, cierro los ojos y empiezo a soñar ¡Por fin!
Ahí estoy de nuevo, caminando por la playa, el sol a punto de ponerse, el agua azul, el sonido de las olas rompiendo en la orilla, la arena acariciando mis pies, el viento despeinando mis cabellos..... y un sonido agudo, completamente fuera de lugar, aturdiendo mi cerebro. Son las 8:00 a.m. y mi despertador está haciendo de las suyas. Debo levantarme para ir a trabajar.
Cheryl
Son las 3 de la madrugada, estoy en la oscuridad de mi habitación y tengo sed. No hay playa, no hay sol poniéndose en el horizonte, ni aire despeinando mi cabello. Todo era un sueño. Me levanto con el temor de despertarme por completo y perder el hilo de mi ensoñación, tomo un poco de agua y vuelvo a la cama. Me acomodo en la forma que me facilite a caer en los brazos de Morfeo. Trato de recordar exactamente lo que hacía antes de despertar, la sensación de la arena en mis pies, la vista de la playa, el viento, la calidez de sol… sin embargo pensamientos diferentes llegan a mi mente “¿Estaré haciendo bien al dejar ese empleo?” “¿Y si ya no puedo pagar mis cuentas?” “¿Pagué la mensualidad del celular?” “Estoy siendo morosa en llevarle a Delia las cosas que le prometí” “No he llamado a Claudia desde hace muchos meses, definitivamente soy mala amiga” “¡Cielos! Olvidé que debía recoger unos documentos en el correo” “¿Le di el recado a mi hermana?”
El corazón que latía pacíficamente dentro de mi pecho y mi respiración apacible empiezan a descomponerse. Me revuelvo inquieta en la cama. La temperatura ambiental que hacia unos segundos me parecía la ideal ahora se torna caliente, enciendo el ventilador, dos segundos después mis pies están helados, me cubro con una manta. Para esos momentos ya son las 4:30 de la madrugada y yo no he podido recuperar mi playa, ni la puesta de sol.
Un rato después miro el reloj que está en el buró junto a la cama, son las 5:40 a.m. y no he podido volver a dormir. Me doy por vencida y enciendo la luz, abro el libro que he estado leyendo y localizo la línea en donde lo dejé la última vez, trato de concentrarme en la historia, pero no puedo dejar de pensar en que es de madrugada y debería estar descansando ya que dentro de unas pocas horas tendré levantarme y salir a trabajar. El fastidio me hace presa y la desesperación también. No me puedo concentrar en el libro. Enciendo el televisor. En todos los canales hay comerciales vendiendo algún artefacto maravilloso que promete salvar tu vida, hacerte bajar de peso, lograr que cocines un banquete aunque no conozcas ni la O por lo redondo, ponerte en forma, quitarte todas las manchas y cicatrices del cuerpo, en pocas palabras solucionarte la vida. Apago el televisor.
Vuelvo a mirar la hora, las 6:30 a.m. y yo no tengo ni sueño, ni descanso, ni paz. Enciendo la computadora y empiezo a teclear algunas palabras que vienen a mi mente en esos momentos, escribo un párrafo de incoherencias, le cambio la letra, el tamaño, lo justifico, lo guardo. Me pongo a ver fotos. Escudriño en las carpetas antiguas, encuentro archivos que no recordaba, los leo, recorro cada uno de ellos en busca de algo interesante. Mis ojos empiezan a dolerme y se me cierran sin querer, el cansancio comienza a vencer al insomnio. Apago la computadora y me encamino a mi cama, apago las luces y me acomodo para dormir, cierro los ojos y empiezo a soñar ¡Por fin!
Ahí estoy de nuevo, caminando por la playa, el sol a punto de ponerse, el agua azul, el sonido de las olas rompiendo en la orilla, la arena acariciando mis pies, el viento despeinando mis cabellos..... y un sonido agudo, completamente fuera de lugar, aturdiendo mi cerebro. Son las 8:00 a.m. y mi despertador está haciendo de las suyas. Debo levantarme para ir a trabajar.
Cheryl
2 comentarios:
¡Ah! ¡Qué horror! Doy gracias por no padecer de insomnio crónico... Las pocas veces que me ha pasado me desespera bastante. : S
En fin... Ánimo y dulces sueños.
jajajaaj ke desesperantes son esos casos... y clasico, te da sueño cuando ya casi te tienes ke levantar!!
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