jueves, 3 de julio de 2008

Vacaciones

Siempre he pensado que las relaciones humanas son algo complicado y lo he podido comprobar con creces. Hace unos días estuve de vacaciones con mi familia, fueron apenas unos días de viaje y puedo decirles que fue una experiencia en parte agradable y en parte muy difícil.

Cada uno de nosotros, con el buen genio que nos caracteriza (jeje), llegado el momento quisimos hacer algo o visitar un lugar al que el resto del grupo no estuvo de acuerdo y eso es… ¡catastrófico! Al fin y al cabo todos somos de la misma familia y por lo tanto somos muy parecidos, inmediatamente ponemos una cara de molestia y empiezan los desacuerdos.

Y respecto a la comida no hubo excepción; no es sencillo llegar a un acuerdo con todos y tratándose de eso parece ser que cada uno viniera de un extremo diferente del mundo. Unos añoran comer en mercados, comidas típicas, comidas “malas pero conocidas”, otros que han visitado con anterioridad el lugar en el que estuvimos recomiendan “platillos deliciosos” que no siempre resultaron serlo para los nueve que viajábamos juntos. Que razón tenía aquél que dijo por primera vez que “cada cabeza es un mundo”.

Otro desacuerdo viene a suscitarse por las diferencias de edades de quienes formábamos el animado grupo de vacacionistas. Dos personas de la tercera edad, tres de edad mediana, una joven y tres adolescentes. No es nada fácil compaginarse ¿No creen?

Una de esas noches fuimos a cenar unos famosos tacos de lechón que tanto mi hermana como mi sobrino recomendaron como buenísimos a siete de nosotros nos parecieron muy ricos pero dos no estuvieron de acuerdo. Después visitamos una famosa birriería y a cuatro les pareció excelente pero los otros cinco preferimos no volver. Y así podría marearlos horas con historias culinarias parecidas.

Una tarde salimos de compras, cosa que suele encantarnos a las seis mujeres del grupo y en eso coincidimos aún con la diferencia de edades, las dificultades empiezan cuando se trata de caminar. A una le cuesta mucho caminar, debido a su edad pero sin embargo se adapta con tal de andar de tiendas. Pero debido a ella nuestro paso suele ser lento y con tres chamacos en el grupo que sólo quieren pasarla bien y que todo lo hacen de prisa… organizarnos no fue una tarea sencilla.

En cuanto a los tours que planeamos, los llevamos a cabo todos afortunadamente. Algunos acudieron a regañadientes y otros prácticamente a la fuerza. Una parte del grupo se empeñaba en que viajar hasta otra ciudad no valía la pena si no visitábamos todas las atracciones turísticas o al menos algunas de ellas, y otros pensaban que no era importante. Yo soy de la opinión de que ¿Para qué viajar cientos de kilómetros en unas vacaciones si no es para conocer los lugares?

En este viaje me di cuenta de cuanto somos capaces de perder por miedos. Cuando fuimos en un tour al Cerro de la Bufa, en Zacatecas, nos dieron un paseo por el lugar, por cierto muy bonito, y explicaciones de cada una de las esculturas y construcciones que ahí exhiben. El problema empezó cuando le dijimos a mi mamá que para continuar con el recorrido había que bajar por el teleférico, que pasa por encima de la ciudad sostenido por unos cables, a unos 80 metros del suelo aproximadamente. Se negó a subirse, rotundamente. Tenía miedo de lo que podría pasar. De no haber sido porque el guía del grupo le dijo que no había otra manera de bajar del cerro, creo que no hubiera sido posible convencerla de que subiera en el aparato en cuestión. Al final de cuentas, no le quedó más remedio que hacer de tripas corazón y subirse al teleférico, lo hizo… y le encantó, después de eso, quería subirse de nuevo.

Entonces me puse a pensar en ¿Cuántas cosas no habrá dejado de hacer mi madre en todos sus años sólo por miedo? Y ese no es un caso aislado, la mayoría de nosotros hemos perdido oportunidades de experimentar algo porque el temor a lo desconocido es más fuerte que nosotros mismos. Pero ese es un tema aparte que ya desmenuzaremos en otra ocasión y con más calma.

Las vacaciones tenían como objetivo convivir y disfrutar de un tiempo de familia. Visitamos varios estados de la República mexicana como son: Jalisco, Guanajuato, Aguascalientes y Zacatecas. A pesar de las discusiones y desacuerdos que se dieron durante el viaje de 8 días entre los miembros del clan, puedo decir que valió la pena. Cada uno aprendió cosas sobre los demás miembros de la familia, cosas que no conocíamos y que nos agradaron. Y el objetivo principal se cumplió y para fortuna nuestra salimos todos con bien y sin rasguños de esta aventura.



Cheryl

2 comentarios:

Rodrigo dijo...

mmm.. y para cuando al cerro de la bufa en San Sebas en moto???

Pasajeros enmascarados dijo...

Bien dicen que la mejor manera de conocer a alguien es viajar con él. Ponen a prueba la compatibilidad de todo tipo de gustos y hábitos. Antes de casarse, debería ser requiscito hacer un viaje así... je je je...

Qué bueno que pudieron engañar a tu mamá con eso de que en el Cerro de la Bufa "Sólo se baja en teleférico", porque la bajada por vereda es incómoda y por camino muy larga. (Me tocó bajar de las 3 formas)

¡Saludos!