domingo, 20 de julio de 2008

Simplificando

Cuando Cenicienta añoraba ir al baile del palacio, donde ella sabía que estaría su príncipe encantador, y no tenía manera de asistir porque su vida era un desastre: en primer lugar viviendo con una madrastra y dos hermanastras, odiosas las tres al máximo de la expresión, quienes, para colmo de los colmos, la trataban como a una sirvienta y no como una persona de la familia; en segundo porque a pesar de que era una mujer muy inteligente a quien le gustaba leer (cosa que en aquella época era notable) y su padre había sido un hombre de buena posición, ella no contaba con un solo céntimo para comprarse un vestido, zapatos, pagar peinadora y maquilladora, comprarse ropa interior linda, hacerse manicure y pedicure, pagarse un masaje relajante antes del baile y un delicioso tratamiento para el cutis y cabello maltratados… porque dormir junto a la chimenea y estar todo el tiempo llena de cenizas reseca la piel horrible; en tercero no tenía ni un solo medio de transporte para llegar al palacio. ¡Estaba frita definitivamente! Pero no todo estaba perdido, no, ella solo tuvo que llorar un poco, verter unas cuantas lágrimas para que mágicamente apareciera su Hada Madrina y le resolviera todos sus problemas con unos simples toques de su varita de virtud.

¡Que maravillosa forma de resolver las cosas! Por algo es un cuento de hadas.

Ya quisiera yo que me sucediera algo parecido cuando mi coche no quiere arrancar y tengo que llegar a una cita, o cuando literalmente pongo mi guardaropa de cabeza para encontrarme con la novedad de que “no tengo nada que ponerme”, o cuando me siento gorda y no soporto siquiera mirarme en el espejo de cuerpo entero, o cuando veo un objeto maravillosamente hermoso o un viaje demasiado bueno para ser cierto y no tengo suficientes fondos para adquirirlo, o cuando regreso a casa cansada del trabajo y me encuentro con mi habitación en estado caótico.

Sería genial contar con mi propia hada madrina solucionadora de problemas cotidianos. Desafortunadamente no es algo factible y debo resolver mi vida sin esa mágica ayuda. Simplificar. Resignarme a que si mi coche no arranca entonces deberé viajar en autobús y llevar a reparar mi auto lo antes posible para evitar que me vuelva a suceder. Que si no encuentro que ropa usar o nada me satisface, entonces debo optar por llevar el atuendo más sencillo y decidir no complicarme más al respecto, al fin y al cabo, “la que es linda, es linda”. Cuando el problema se trata de algo emocional lo mejor es no ir en contra de mis sentimientos si no encauzarlos hacia algo menos dramático, mirarme el espejo y darme cuenta de que podría estar peor. Si el problema se trata de dinero y no tengo una máquina que lo fabrique, dejar eso por la paz, buscar un viaje que se ajuste a mi presupuesto y hacerlo en la mejor compañía (mi familia o mi amor), eso compensa cualquier otra cosa. Y si mi habitación es un desastre cuando llego y estoy tan fastidiada que no quiero poner orden, pues entonces no me forzaré a hacerlo en ese momento, elegiré algún otro y me consentiré durante unas horas.

Simplificar ¡Eso es lo mejor para vivir en paz!



Cheryl

2 comentarios:

Pasajeros enmascarados dijo...

Las hadas madrinas no existen, pero ¿Quién dice que una horda de ratones y pajaritos no pueden ser adiestrados para confeccionar vestidos de noche?

Ja ja ja ja ja...

Si lo anterior falla, siempre existe la posibilidad de aplicar la máxima mágica del "Hakuna Matata".

Anónimo dijo...

estoy total de acuerdo contigo en que tenemos que ver el lado mejor de las kosas y adptarnos en lo que estamos y en lo que tenemos.. desafortunadamente aveces no tenemos mucha paciencia pra verle el lado simplofixado de las cosas y explotamos... jajaj GURRUMINA